Fukushima abrió un debate que continua hoy en día para intentar dilucidar el modelo energético que el ser humano debería usar de ahora en adelante.
Estudio de la NASA sobre el impacto de la energía de los combustibles fósiles:
La energía nuclear previene más muertes que las que causa, según la NASA
El estudio pretende potenciar el apoyo del uso de la energía nuclear en lugar de los combustibles fósiles.
La sustitución de todo el uso de la energía nuclear prevista para 2050 con gas natural podría causar 420.000 muertes adicionales.
Ante las reacciones de cierres de centrales nucleares en los últimos dos años, este estudio pone en perspectiva el indudable peligro de la energía atómica con el del peligro no menos real de las energías de los combustibles fósiles.
Resumen del incidente de Fukushima:
Como consecuencia del terremoto de Japón, el 11 de marzo de 2011, se produjeron una serie de incidentes muy graves en la central nuclear de Fukushima, tales como fuertes explosiones en el interior de los edificios de contención de los reactores nucleares, averías en los sistemas de refrigeración. Se produjo a consecuencia de ello la liberación de una importante cantidad de radiación al exterior de la central.
A raíz del desastre de Fukushima, el Organismo Internacional de Energía Atómica OIEA, encargada de establecer normas de seguridad nuclear y de protección ambiental, recibió duras críticas, por quedar de manifiesto que sus intereses en la industria de la energía atómica, habían permitido un funcionamiento endogámico y muy poco objetivo.
Se nos hizo creer después de que ocurriera el desastre de Chernobil, que aquella central era muy especial, muy insegura, que estaba muy mal gestionada, y que actualmente no había riesgos parecidos en las centrales más modernas.
Con Fukushima quedaron desmontadas esas informaciones y la pregunta que queda en el aire es ¿Cuál será la siguiente? Son demasiadas centrales en funcionamiento y no todas son seguras. Antes del desastre de Fukushima, se afirmaba que la energía nuclear, era la única forma de energía que tenía capacidad de dar solución al suministro global de energía sin provocar unas emisiones de CO2 que envenenan nuestra atmósfera y provocan un efecto invernadero que podría convertirse en el mayor problema de la humanidad dentro de 50 años.
Ahora nos damos cuenta de que, la seguridad de las centrales ha sido exagerada, y que los miedos quizás más viscerales que racionales, no eran tan exagerados.
Cuantificar el daño provocado por los vertidos radiactivos al mar no es algo sencillo, ya que elevaría la probabilidad de cáncer de forma muy leve, pero sobre una enorme cantidad de personas durante muchos años.
Un año después del desastre de Fukushima se hizo un estudio que determino que el 40% de los peces de la costa de Fukushima no eran comestibles.
El desmantelamiento inmediato de las centrales nucleares, parece ser una utopía por la extrema necesidad de ingentes cantidades de energía, a las que ningún gobierno quiere renunciar. Pasado lo peor y olvidado el dato de que existió un peligro muy real de que aquel dramático incidente terminara de la peor forma posible, el gobierno de Japón rebajó su compromiso antinuclear. Algunas zonas de la central no han sido analizadas y la emisión de contaminantes radiactivos al mar continua hoy en día.
Tras el accidente, quedan dos reactores en marcha de los 50 que tiene operativos Japón. El rechazo popular Japón, obligó a adoptar una política energética de renuncia a la energía nuclear de 2030 en adelante, pero el ejecutivo del partido Demócrata Liberal, salido de las urnas en diciembre pasado, anunció que revisaría el apagón nuclear.
Lo que se plantea actualmente en todo el mundo es un aumento de las medidas de seguridad en el uso de esta peligrosísima energía, así como la máxima transparencia sobre la gestión de las centrales y sus condiciones de seguridad, para no repetir los errores cometidos en Chernobil y Fukusima, pero esto mismo fue lo que se dijo justo después de la tragedia de Chernobil.
Los peligros de usar la energía nuclear y de no usarla:
Después del incidente en la central nuclear de Fukushima se desmontaron ciertas afirmaciones categóricas que venían presentando desde algunos círculos científicos y técnicos que insistían en minimizar los riesgos de catástrofes como la ocurrida en el incidente de Chernobil . Se afimó que la central de Chernobil fue un caso excepcional difícilmente repetible en las centrales modernas.
También se dijo señaló el peligro de dejar de usar la energía atómica por el inevitable aumento de emisiones de CO2 que conllevaría un aumento ineludible combustibles fósiles. La energías renovables no podrían satisfacer la enorme demanda actual.
En realidad, ambos modelos, la energía nuclear y el uso de combustibles fósiles, tienen un coste muy elevado para la sostenibilidad de un planeta que ya empieza a dar muestras de fragilidad del equilibrio climático.
Quizás el debate de elegir entre combustibles fósiles o energía atómica debería acompañarse con el de la moderación en el consumo energético y con el de la sostenibilidad. Estamos aumentando el número de personas que usan energía y la cantidad de energía por habitante. Las energías renovables no van a bastar para ello y al exprimir los últimos recursos de los yacimientos de combustibles fósiles recurriremos cada vez más a yacimientos que cada vez tendrán un mayor coste medioambiental. El panorama es muy feo.
El problema del cortoplacismo humano:
El ser humano está accediendo a fuentes de energía allí donde hay una enorme disponibilidad de ella a un precio de explotación razonable. Una vez que hay energía barata disponible, los beneficios industriales son evidentes. La industria equivale a más trabajo, más producción más consumo y más dinero.
Por ello conformarse con el uso de energía limpia y sostenible no parece una opción aceptable para los gobiernos. Estos miden el progreso en términos de PIB, y no de sostenibilidad. La sostenibilidad, la biodiversidad, la estabilidad, y otra serie de bienes sociales no tienen la misma consideración de riqueza que el dinero, pero si son bienes, son riqueza.
El bienestar social y la sostenibilidad, no interesan. A los gobiernos les interesa la productividad, la riqueza, la competitividad y cualquier otra cosa que mueva dinero de un lado para otro.
Una parte del dinero que se mueve, se queda pegado a las manos de ciertos parásitos sociales que acaparan gran poder y entre ellos que hay que incluir a mucho capitalista especulador, mucho gobernante corrupto y a una legión de amiguetes y familiares de todos ellos. Ese tipo de movimiento de dinero está matando al planeta.
Los políticos manejan objetivos a cuatro años y los ciudadanos tienen objetivos a escalas de tiempo mucho más dilatadas. Los ciudadanos tenemos unos objetivos a escala generacional. Nos importa el futuro de nuestros hijos e incluso el de nuestros nietos, pero no vemos mucho más allá. Aún siendo este un plazo de tiempo muy superior al que manejan los gobernantes, también es cortoplacismo.
La biosfera se rige por escalas de tiempo mucho más dilatadas. Nuestra delgada capa atmosférica cumple un papel esencial y haríamos bien en verlo como el resultado de un frágil equilibrio conseguido por la propia biosfera a lo largo de miles de millones de años de evolución durante los cuales, esta jamás tuvo que enfrentarse a ninguna criatura con una avaricia energética comparable a la del ser humano. Estamos provocando unos cambios en la composición de la atmósfera que son escasamente comparables a los de períodos anteriores.
Hemos sufrido glaciaciones y calentamientos, hemos sufrido un desvío en la inclinación del eje de giro del planeta, hemos sufrido impactos de asteroides colosales, y la vida continua, pero a cada uno de estos incidentes la biodiversidad sufrió un importante revés. Las especies dominantes fueron las primeras en caer en cada una de las crisis de la biodiversidad. Estamos viviendo la sexta gran crisis de la biodiversidad en nuestro planeta y esta, la estamos provocando nosotros.
El Dióxido de Carbono ha alcanzado las 380 partes por millón, superando las cifras de los últimos 400.000 años.
El actual aumento de las emisiones de CO2 provocaría en 2100, según los expertos, unos niveles de 525 partes por millón. Si se llegara a las 800 partes por millón sufriríamos un aumento de temperaturas de 5º C a escala global con resultados catastróficos a nivel global.
Tenemos un problema de percepción derivada de la escala de tiempos en la que se mueve todo ser humano que nos está dificultando reaccionar adecuadamente ante un peligro que amenaza seriamente a todo el planeta. No solo está aumentado la temperatura del planeta sino que el clima en su conjunto está cambiando de pautas como consecuencia de una redistribución de las corrientes oceánicas y atmosféricas. También esto se está usando para cuestionar las previsiones que se están haciendo, pero casi todas ellas no solo se están cumpliendo, sino que se están quedando cortas y han sido corregidas al alza varias veces. El cambio está ocurriendo a mayor velocidad de la prevista.
Nuestro cortoplacismo está favoreciendo toda clase de excusas, pero el planeta no entiende de excusas y deberíamos asegurarnos de que en un futuro podremos pagar las facturas de nuestros actos actuales.
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