La acuicultura ya produce la mitad del pescado que se vende en las pescaderías de todo el mundo. La pregunta que surge es ¿Supone la acuicultura una protección de los ecosistemas naturales tal y como se afirma frecuentemente desde diversas entidades públicas?
La acuicultura como enemigo de la biodiversidad marina:
Para criar 1 kilo de un pez hasta su estado adulto, se usan 20 kilos de pescado en forma de pienso (harina de pescado), ya que la proteína vegetal hoy por hoy no ha servido para la fase de engorde de peces en ninguna especie. Todos los peces en acuicultura se engordan con estas harinas obtenidas a partir de pescados no demasiado aptos para el consumo humano.
La demanda de harina de pescado para piscifactorías es muy alta. Esta se vende ahora a muy buen precio, tanto es así que la rentabilidad de los negocios de piscicultura es complicada. Las harinas de pescado también se usan para todo tipo de piensos animales en cantidades muy importantes y no solo para piscicultura. Por ello, la captura de pescados que no tienen interés para el consumo humano ha aumentado de forma alarmante. Ya no están en peligro sólo la conservación de las especies comestibles, sino todas las demás.
El daño genético a las poblaciones:
Se podría argumentar que en el mar un atún para hacerse adulto también consume esos 20 kilos de pescado, y nos quedaríamos cortos porque necesitaría más, pero en el mar la dinámica de poblaciones con relaciones predador-presa se autoregula, y la presión evolutiva de los predadores empuja a las presas a evolucionar manteniéndolas genéticamente sanas.
Algunas consideraciones a favor de la inocuidad de la acuicultura:
Los defensores de la inocuidad de la acuicultura argumentan, entre otras cosas, que un atún salvaje ha de comer mucho más pescado que uno criado en cautividad porque no necesita hacer tanto ejercicio. Sin duda eso es cierto, y también señalan que las harinas de pescado se fabrican con peces pelágicos que estarían en un nivel trófico inferior a los peces consumidos en la naturaleza. También esto es cierto y tiene mucha importancia. Usar como alimento los niveles tróficos inferiores, supone un mayor aprovechamiento energético del ecosistema para la producción de biomasa ya que esta tiene origen en la energía solar capturada por los vegetales. A cada eslabón trófico se produce una gran pérdida de energía (Comer un kilo de carne no nos hace engordar 1 kilo). Nosotros nos alimentamos de ganado herbívoro, criar animales carnívoros para consumo humano es, entre otras cosas, un despilfarro enorme.
Sin embargo, sí criamos peces que no somos capaces de sacar adelante con una dieta vegetal. El productor primario es el fitoplanctón, pero no somos capaces de aprovecharlo ni directamente ni como pienso. Se usa como alimento vivo para las primeras etapas del desarrollo de los alevines y su producción es costosa . El fitoplancton es la base alimenticia de las cadenas alimenticias del ecosistema marino, el más grande del planeta.
La clave no está en la eficiencia del aprovechamiento:
Todas estas consideraciones son importantes, pero los peces que se capturan para hacer piensos en piscicultura son capturados masivamente de forma totalmente indiscriminada. En las redes de pesca caen todos los ejemplares por igual no importando lo bien adaptados que estén a su medio.
Por ello además de esquilmar en número a estas poblaciones de peces, se las debilita genéticamente dificultando la recuperación de las mismas. Este es un daño muy importante a más largo plazo. Las poblaciones de peces no solo se van reduciendo y sino que se van deteriorando genéticamente.
En otras palabras, no hay forma de evaluar con precisión el impacto medioambiental a largo plazo cuando lo que estamos haciendo es alterar bruscamente el equilibrio de enormes ecosistemas, como son los océanos, que apenas han variado en muchos millones de años de antigüedad.
La sobreexplotación pesquera actual es muy considerable y a esta se añade el efecto letal del cambio climático que afecta a la biodiversidad marina con el aumento de la temperatura y con la acidificación del mar por CO2.
Hay hechos que no admiten discusión y que conviene destacar. A principios del siglo XX los grandes caladeros tenían diez veces más pescado que actualmente. Los océanos están sobre explotados pese a la acuicultura.
Las estadísticas de la FAO para 2004 y 20011 indican lo siguiente:
En 2004 la pesca de captura y la acuicultura suministraron al mundo 134.3 millones de toneladas de pescado. De ellos, 104.4 millones de toneladas se destinaron al consumo (unos 16.2k anual per cápita). Las capturas representaron el 69% y la acuicultura el 31%.
En 2011 la pesca de captura y la acuicultura suministraron al mundo 154.0 millones de toneladas de pescado. De ellos ,130.8 millones de toneladas se destinaron al consumo (unos 18.8k anual per cápita). Las capturas representaron el 59% y la acuicultura el 41%.
Al problema demográfico humano hay que añadir que el consumo de pescado per cápita también ha aumentado.
Es fácil argumentar a favor de las piscifactorías cuando la FAO concluyó que el 75% de las reservas pesqueras, están sobreexplotadas o totalmente agotadas y además, casi irreversiblemente destruidas. Estamos agotando los recursos del mar y las piscifactorías nos permiten rebañar las últimas migajas del océano, mediante el consumo de especies que antes no tenían ningún interés comercial.
Mi conclusión es que no estamos haciendo un consumo sostenible de los recursos naturales y que las piscifactorías son en realidad otra forma de sobreexplotación que apura los escasos recursos, de los ecosistemas marinos, previamente esquilmados por la pesca. El 15% de la proteína que consume el ser humano proviene del pescado y del marisco pero no estamos dosificando de modo racional y sostenible su consumo.
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