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Bibliografía de Louis Pasteur (divulgación)

Si no sabes lo que significan las palabras rigor científico, te recomiendo la lectura de esta biografía.

Louis Pasteur

Louis Pasteur

La historia de la ciencia está repleta de biografías asombrosas y ejemplares, pero la de Louis Pasteur es una de las más interesantes y una de las que mejor demuestra la fortaleza del método científico. Algo muy importante de recordar en estos días donde algunas ideologías son dadas a promover teorías seudocientíficas sin el menor rigor científico.

Louis Pasteur fue uno de esos científicos modélicos que abrió senderos inexplorados gracias a su metodología de trabajo basada en el rigor, la exactitud y la verificabilidad de los experimentos.

Sus comienzos

Nació en Dôle, Francia, el 7 de diciembre de 1822. En 1845, obtuvo la licenciatura en ciencias, el doctorado en 1847 y un año más tarde comenzó a desempeñarse como profesor de química en la Universidad de Estrasburgo (1848).

Las contribuciones de Pasteur a la ciencia fueron numerosas, y se iniciaron con el descubrimiento de la isomería óptica (1848) mediante la cristalización del ácido racémico, del cual obtuvo cristales de dos formas diferentes, en lo que se considera el trabajo que dio origen a la estereoquímica. Merece la pena detallar este episodio.

El ácido racémico

En 1820 Karl Kestner, fabricante alemán de productos químicos, preparó una sustancia que él creyó ser el anterior ácido tartárico,  pero que no lo parecía. De entrada era menos soluble. Muchos químicos lo estudiaron. Joseph Louis Gay-Lussac llamó a aquel compuesto ácido racémico, del nombre latino del racimo de uvas.

Se comprobó que ambos ácidos tartárico y racémico tenían en su molécula C4H6O6 la fórmula idéntica.

Vio que una solución de sales del ácido tartárico era ópticamente activa, pues desviaba el plano de polarización de la luz y lo hacía en sentido horario (a la derecha o dextrógiro) sin embargo el ácido racémico no lo desviaba.

Un químico de primera categoría, Eilhard Mitscherlich formó cristales con ambas sales anunciando que eran absolutamente idénticas.  Algo no cuadraba y fue Pasteur con solo 22 años quien se atrevió a decir que el experimento podía estar mal hecho y que había que mirar los cristales al microscopio con todo detenimiento.

Comprobó así que en el ácido racémico aparecían los dos tipos de cristales y con un trabajo de chinos separando unos cristalitos dimunutos de otros logró soluciones ópticamente activas en un sentido y en otro (levógiro y dextrógiro) por ello concluyó que la neutralidad del ácido racémico residía en que era una mezcla de ambos tipos de moléculas.

Biot, que contaba entonces con 64 años, se negó a admitir el resultado del joven Pasteur quien se propuso demostrárselo en persona. Biot le llamó para que Pasteur repitiera ante su vista el experimento proporcionando él mismo (Biot) los productos químicos, y reservándose la última fase del experimento para hacerla también él mismo y en ausencia de Pasteur. No sería la primera vez que sus colegas desconfiarían de él, pero a Pasteur la desconfianza no le ofendió jamás. Al contrario le impulsó a dar lo mejor de si mismo. Cuando Biot comprobó que Louis Pasteur estaba en lo cierto se deshizo en alhagos hacia el joven.

Sin duda es una historia preciosa, pero a Pasteur le ocurrieron historias igual de emocionantes en varias ocasiones a lo largo de su carrera, porque A) logró más de una vez resultados soprendentes, y  B) se tomó la molestia en demostrar que los resultados no eran casuales sino causales.

Padre de la microbiología médica.

Louis Pasteur se dedicó a investigar el proceso de la fermentación, ya que aceptó el encargo del dueño de una destilería para estudiar la producción alcohólica por la fermentación de la remolacha azucarera. Luego abordó el problema de la fermentación láctea, tras estudiar el de la alcohólica en los procesos de la elaboración de la cerveza y del vinagre

Estudió también los procesos de fermentación, tanto alcohólica como butírica y láctica, y demostró que se deben a la presencia de microorganismos. El resultado de esta investigación fue que la fermentación era la actividad de distintos microbios que provocaban reacciones químicas específicas, y que la eliminación de éstos anula el fenómeno.

En el caso del vino dio con soluciones tan elegantes como baratas. Recomendó que tumbaran las botellas para que el corcho no se secara (y así no entrara aire contaminado) evitando un dineral en pérdidas a la industria vinícola.

El descubrimiento de estos seres anaeróbicos abrió el camino para el estudio de los gérmenes causantes de la septicemia y la gangrena, entre otras enfermedades infecciosas.

El fin de la teoría de la generación espontánea.

Estos trabajos sobre fermentación también lo llevaron a rebatir la teoría sobre la generación espontánea de la vida, teoría en boga.  Por medio de probetas con cuello de cisne, doblados hacia abajo y después hacia arriba, Pasteur demostró que extractos de carne hervida puestos en ellas, no se pudrían a pesar de que estaban en contacto con el aire: las partículas de polvo conteniendo esporas de organismos vivos «responsables de la putrefacción» se habían depositado en el fondo del cuello de las probetas que pese a no estar herméticamente cerradas no permitían el paso de estos microbios presentes en el aire. Ahora nos parece ridículo pensar que un ser vivo puede aparecer de la nada, pero en la época de Pasteur la creencia firme era justo la contraria. Este experimento no fue sino el colofón de una serie de ellos en los cuales siempre ponían alguna pega extraña. Por ejemplo usar un algodón graso que deja pasar el aire pero no el polvo les parecía sospechoso, y usar el calor para desinfectar el aire entrante en otro experimento les pareció que podía alterar alguna fuerza vital etérea presente en el aire. El fino cuello de cisne fue lo que terminó cerrando todas las bocas. Creo que muchos otros científicos no se habrían tomado tantas molestias en demostrar que tenía razón, porque para ello hace falta estar dotado de uno de los dones más importantes de un buen científico. La modestia.  Si uno no es capaz de convencer a otros el trabajo no está terminado. El método científico se basa en la verificabilidad.  Louis Pasteur le concedió siempre el máximo valor al hecho de poder ser avalado por sus colegas y supo como lograrlo.

La primera vacuna de la historia.

 

En 1881 inició sus estudios acerca del carbunco del ganado lanar, y consiguió preparar una vacuna de bacterias desactivadas. Fue la primera de la historia.

Pasteur desveló también la naturaleza del carbunco, una enfermedad mortal del ganado vacuno. Demostró que este es causado por un bacilo determinado y sugirió que era posible inducir una forma leve de la enfermedad en los animales vacunándolos con bacilos debilitados, lo que les inmunizaría contra ataques letales. Con el fin de demostrar su teoría, Pasteur organizó un bonito espectáculo con tres grupos de ovejas separadas en corrales distintos, empezó inoculando 25 ovejas;  pocos días más tarde inoculó un cultivo especialmente poderoso a otras 25,  y en el tercer corral con 10 ovejas no hizo nada simplemente como muestra de control Predijo que las 25 ovejas inoculadas y no vacunadas morirían.  Eso dejaba unos días de incertidumbre y emoción,  el experimento finalizó de forma espectacular, mostrando a una multitud escéptica los cadáveres.

La vacuna contra la rabia (6 de julio de 1885)

Pasteur ya había desarrollado varias vacunas para algunas enfermedades. Tras experimentar con la saliva de animales afectados por la rabia, Pasteur llegó a la conclusión de que la enfermedad residía en los centros nerviosos: inyectando un extracto de la médula espinal de un perro rabioso a animales sanos, estos mostraban síntomas de rabia. La rabia era una enfermedad incurable en aquel entonces.

Un tiempo después, aplicó esta investigación a un ser humano. La madre de un joven llamado Joseph Meister, que había sufrido graves mordeduras de un perro rabioso, le pidió a Pasteur que lo tratara con su nuevo método, que consistía en una vacuna lograda mediante inoculaciones sucesivas en conejos, de las que obtenía extractos menos virulentos. Durante el tratamiento, que duró diez días, el muchacho fue inoculado con el virus atenuado de la rabia; se recuperó y conservó la salud. Este éxito espectacular tuvo una gran resonancia. Desde entonces, miles de personas se han salvado de la enfermedad gracias a este tratamiento.

Para finalizar

No se me ha olvidado hablar de la pasteurización ni de El Instituto Pasteur, simplemente la biografía de Louis Pasteur es casi imposible de resumir. He procurado resaltar su faceta de científico metódico y genial.

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1 comentario

  1. Que bonito, me ha encantado, gracias! lo comparto en mi facebook con tu permiso

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